Japón qué gran país!!
No me cansaré de repetir infinidad de veces lo grandioso que me
parece Japón, no solo por lo distintos que son a nosotros, sino por la de cosas
que puedes aprender y descubrir visitando la innumerable cantidad de sitios que
merecen la pena.
Nosotros llegábamos a Japón de doblete viniendo de Singapore,
donde la verdad no habíamos estado nada mal, pero llegar a Japón te da otro
tipo de energía vital que en mi caso al menos hace que el cansancio se mitigue
bastante o casi desaparezca y me entren ganas de ver sitios y perderme en las
calles.
Nosotros llegamos a Nagoya donde teníamos un día off antes de
partir a nuestra base para esta semana Kameyama. En Nagoya dimos un paseo por
los alrededores del hotel y una vez llegada la hora de comer hubo división.
Unos se fueron al hotel a dormir, otros a tomar cervezas como si no costasen y
en mi caso me fui a dar un paseo con la intención de ver algunos sitios
turísticos que me había buscado en internet. Pero a la hora de concretarlos en
la recepción del hotel me dijeron que estaban bastante lejos y me podía llevar
hasta tres horas la visita, con lo cual lo desestimé y me fui a callejear por
los alrededores del hotel con el fin de ver que se movía por allí y de ver si
encontraba una lavandería donde poder limpiar la ropa. Esto se ha convertido ya
en un clásico en Japón, ya el año pasado viví la misma odisea y hay que
reconocer que es toda una aventura
hacerte entender y conseguir tu propósito. Esta vez me costó un poco más. En un
primer momento me mandaron a otro hotel donde tenían maquinas de monedas para
el “laundry” pero además de costarme bastante encontrarlo, gracias a un amable
japonés que me llevó hasta la puerta del hotel y eso a pesar de que su inglés
era bastante escaso, una vez allí resulta que estaba cerrado y no habrían hasta
las cinco de la tarde. Por el horario que tenia y el aspecto exterior me da la
sensación que era un love hotel. La verdad es que no quise investigar demasiado
porque iba cargado de ropa y el otro sitio que me habían dicho estaba a una
media hora de allí caminando así que me dirigí hacia allí a ver si había más
suerte.
Este me encontró un poco más sencillo ubicarlo. Tuve que dar
alguna vuelta pero con un par de preguntas y un mapa de la zona lo encontré más
o menos fácilmente. Eran las tres de la tarde y aún no había comido así que
mientras esperaba me compré algo de arroz relleno de salmón y de ternera y me
puse un capitulo de una seria en el ipad. Había que matar la hora de alguna manera.
Una vez terminado, vuelta al hotel a reordenar la maleta y pegarme
una ducha porque habíamos quedado para ir a cenar a una calle famosa en Nagoya
con un montón de tiendas y restaurantes. Resultó que esa calle cuando llegamos
estaba casi desierta, eran poco mas de las siete y no había nada así que con
miedo de quedarnos sin cenar empezamos a buscar restaurante, especialmente una
zona donde había varios sitios que ponían okonomiyaki. Todos teníamos antojo de
ese plato. Pero casi todo estaba cerrado y nos dijeron un sitio al que cuando
llegamos vimos que tenía un aspecto bastante guarrete y además estaba vacío así
que no nos decidimos y buscamos otro que nos habían dicho que estaba cerca. Se
encontraba en la parte de atrás de la calle. Cuando llegamos lo descubrimos por
las fotos porque no había nada escrito en inglés ni nada parecido. Y aquí hubo
otra pequeña odisea. Cuando llegamos conseguimos hacernos entender que
queríamos cenar pero resultaba que estaba lleno. Al principio nos intentamos
hacer entender que queríamos volver más tarde pero no hubo manera hasta que al
final recurrimos al google translator y como pudimos conseguimos hacernos
entender y reservamos para una hora más tarde. Cuando volvimos más tarde
conseguimos pedir gracias a las poquísimas fotos que había en el letrero
exterior y las cuatro palabras japonesas que sabíamos para la ocasión;
tepanyaki, noodles y onomatopeyas de animales que queríamos comer. Una
auténtica odisea pero que al final nos salió bien. Objetivo conseguido, era hora de ir a dormir
porque al día siguiente comenzaba la semana de trabajo en Suzuka.
La semana en el circuito fue más o menos como el resto. Ya se han
convertido en una pura rutina que es más o menos llevadera. No hubo mayores
sobresaltos, a excepción del cansancio acumulado que nos vuelve a todos un poco
más irascibles, pero nada del otro mundo. Es algo a lo que te llegas a
acostumbrar.
En esta ocasión contábamos con la ayuda de una traductora, Ann,
que nos hizo que la semana fuese más tranquila, ya que resultó ser bastante
resolutiva y además intentaba solucionarnos los problemas con la mayor
celeridad posible. Así los traslados hotel-circuito, las compras, comidas y
billetes de tren se convirtieron en quehaceres más o menos sencillo. Aunque hay
que reconocer que sin ella algunas de estas faenas hubiesen sido muy
complicadas.
Ann además nos sirvió de guía gastronómica para nuestra cenas una
vez terminado el trabajo. Le pedimos un día recomendación para ir a cenar a
algún sitio. Nos llevó a un restaurante cercano a nuestro hotel donde ella se
encargó de pedirnos la cena con lo más típico de la zona y de gestionarnos con
los dueños taxis para la vuelta al hotel. Ya que allí no hablaba nadie inglés
hacernos entender iba a ser muy complicado, y ella se encargo de explicarles
que una vez pidiésemos la cuenta nos pidiese un taxi para llevarnos a nuestro
destino. Así da gusto viajar.
La última odisea vino el último día, cuando una vez terminado el
programa nuestro equipo se dividía en dos grupos, uno que iba a Osaka y otros
que nos quedábamos en Tokyo. El grupo de Osaka tenía un viaje de lo más
apretado. Una vez terminado el programa
tenia que coger un tren desde Ino Station, pegado al circuito que les dejaba en
Nagoya, donde tenían doce minutos para salir del tren cruzar la estación y
coger el Shinkasen que les llevaba a Nagoya. Era viable a pesar de que no lo
parezca, así nos lo aseguraban en todos los sitios, pero la complejidad del
idioma y de la cultura japonesa hacía que fuese complicado. Tenían que coger
ese tren bala porque a su llegada tenían otro transfer de quince minutos para
coger un último tren que les llevaba al aeropuerto de Osaka donde tenían su
hotel.
Toda esta logística se presumía muy complicada. Creo que en
cualquier otro país no pasaría de ir muy apurados, pero en Japón se tornaba un
poco más difícil. La verdad es que yo lo veía muy complicado, y nuestra
traductora también a pesar de que nos decían que era viable. Así que finalmente
tomamos la decisión de que yo fuese en ese grupo junto con Ann para ayudar al
grupo a lograr el objetivo.
Teníamos toda logística preparada, todo milimétricamente previsto,
pero nuestro plan se truncó a la primera.
Salimos del circuito y llegamos a la estación de tren con tiempo
suficiente. Con lo que no contábamos era que había retraso en los trenes. Una
cosa que prácticamente nunca sucede en Japón, pero acumulaban un retraso de
unos diez minutos, con lo cual nuestro transfer de doce se reducía a dos. Todo
el plan se iba a la mierda.
La gente comenzó a ponerse nerviosa. Pero una vez más Ann fue
nuestra salvación. Se puso a buscar soluciones con un chico que había en la
estación y descubrió que había más Shinkasen de Nagoya a Osaka. Teníamos cuatro
oportunidades más de coger el tren a Osaka. Había que llegar a Nagoya, cambiar los
billetes y embarcar en el nuevo tren. De
cuatro oportunidades que teníamos la tercera fue la buena. En Nagoya había más
gente que había sufrido los retrasos y había bastante gente igual que nosotros
cambiando los billetes. Además todo el protocolo japonés hace que un simple
cambio de tickets se demore bastante. Habíamos perdido ya dos trenes y solo nos
quedaban otros dos. Ann también se empezó a apurar y le metía toda la prisa
posible al empleado. Finalmente y después de muchas peripecias y muchos nervios
conseguimos los billetes para el siguiente tren y conseguimos que el grupo
embarcase en el tren bala con destino a Osaka. Ahí empecé a respirar con un
poco más de tranquilidad. Lo que si habían perdido era el ultimo transfer de
Osaka al aeropuerto, pero eso se solucionaba con un taxi que también intentamos
gestionar por teléfono pero que por los horarios nos dijeron que era
complicado. Pero bueno conseguir un par de taxis en una estación de tren
tampoco era tan complicado.
Con un poco más de alivio conseguí respirar y estuve en Nagoya
esperando al resto del equipo con el que me juntaría para ir a Tokyo, destino
al que íbamos a pasar unos cuantos días de descanso.
Una vez en Tokyo comenzaban tres días de vacaciones. Un clásico ya
en mis viajes a Japón. Tokyo sigue siendo una de mis ciudades favoritas, no se
si por el enorme contraste con occidente, por la energía que transmite la
ciudad, sus gentes o porque cada vez que voy encuentro un lugar nuevo que me
atrapa aún más.
Este año tenía otra vez el objetivo de ir a ver el monte Fuji,
como en todas las ocasiones anteriores en las que he ido, pero nuevamente
estaba totalmente tapado por un manto de nubes que iba a hacer que el viaje
hasta allí fuese en balde. Asi que me tocaba buscar que haceres para esos días.
En esta ocasión la nueva en la ciudad era Silvia así que había que enseñarle
los lugares típicos de la ciudad y a eso dedicamos el lunes. Visitamos el
templo de Asakusa, de allí fuimos a la zona de la electrónica Akihabara,
regreso a Ginza donde habíamos plantado este año nuestro campamento base. Y de
ahí a la zona de Ropongi a un restaurante que nos habían recomendado para cenar
y que es en el que se inspiró Quentin Tarantino para hacer la película Kill
Bill, el Gon patsi que aunque suene muy vasco es un restaurante japonés un
tanto occidentalizado. Vamos un atrapa güirs.
El segundo día era el que yo tenía pensado ir a Monte Fuji, pero
como el tiempo impedía una visita en condiciones le consulté a nuestra
traductora de la semana anterior algún sitio que me recomendase ella para
visitar, le dije lo que ya conocía de Japón y me sugirió una visita a un
poblado situado a una hora en tren al sur de Tokyo. La zona de Kamakura, que
era la antigua capital imperial de Japón. Me estuvo enseñando unas fotos de su
visita allí y me preparó una guía de cómo llegar a la zona y que ver en la
misma. Mi idea era ir solo porque el resto querían quedarse en la capital, pero
finalmente Alex e Iker se me unieron y nos fuimos a la excursión que me habían
propuesto.
La verdad es que ya me había dicho Ann que era una especie de
pequeño Kyoto en los alrededores de Tokyo y su definición se acercaba mucho a
la realidad. Nada más llegar fuimos a visitar el templo de Kotoku in, donde se
encuentra un buda gigante. Allí estuvimos un rato visitando el templo y los
alrededores.
De allí regresamos de nuevo a Kamakura con la intención de ver
algún otro templo más y hacer tiempo para la hora de comer. Nos dirigimos a
Tsurugaoka Hachimangu, otro templo que nos habían dicho era un “must see” y la
verdad es que no nos defraudó nada.
Cuando nos dirigíamos hacia allí vimos de camino un restaurante en
el que preparaban Okonomiyakis, y justamente estábamos buscando eso para comer
así que entramos al sitio a comer donde no había prácticamente ningún
occidental y pedimos un Okonomiyaki que nos lo prepararón delante nuestro. La
verdad es que estaba muy bueno. No era el mejor que yo había probado pero
cumplía nuestras expectativas.
Continuamos nuestra visita calculando el tiempo para poder coger
otro tren y llegar a tiempo a Enoshima, un pequeño islote en el que se podían
observar unas puestas de sol espectaculares, las fotos que había visto así lo
atestiguaban. Así que cogimos el tren y nos dirigimos allí pero el tiempo se
estaba nublando y a pesar de que la luz era muy bonita no pudimos disfrutar en
todo su esplendor de la puesta de sol. Aunque mereció la pena la visita.
Ya era media tarde y decidimos regresar a Tokyo para hacer unas
compras que nos habían encargado y así poder cerrar la maleta esa misma noche
ya que al día siguiente regresábamos a casa y las maletas iban bien repletas.
Conseguimos nuestro objetivo y después de una rápida cena nos fuimos a dormir,
el miércoles era nuestro último día en Tokyo y queríamos aprovecharlo bien.
Por la mañana decidimos ir a Tsukiji al mercado del pescado, no a
ver la subasta que es muy temprano pero si a darnos una vuelta por allí y poder
disfrutar de nuestro último desayuno japonés con una buena ración de sushi y
sashimi.
Una vez allí el grupo se volvió a disolver, unos se quedaron un rato más en el mercado del pescado, otros se fueron de shopping, y yo había quedado con Ann en vernos y comer juntos, así que después de una parada en el edificio Sony a comprar algo de tecnología japonesa me encontré con Ann y estuvimos dando una vuelta y comiendo en un típico restaurante japonés de Ginza, donde ella nuevamente se encargó de pedir la comida ya que no había ni una sola foto y todo estaba escrito en un perfecto japonés . Nuevamente su elección fue acertada.
De allí fuimos a dar un paseo por los jardines imperiales donde
estuvimos charlando de la enorme diferencia de culturas y hábitos que tenemos a
ambos lados del mundo. Le decía que todo el exquisito protocolo que tienen para
todas y cada una de las situaciones imaginables es asombroso e impensable para
un occidental. Todo está perfectamente medido y organizado, sin hueco para la
improvisación y a pesar de que ya son unas cuantas veces las que he ido me
sigue sorprendiendo como si fuese la primera vez. Todo es perfecto, lo que también me hace
pensar que cuando lleves allí un tiempo esa perfección puede llegar a aburrir y
echaras de menos la improvisación que tan bien se nos da por aquí.
Estuvimos charlando un buen rato y ya me aconsejó cosas que hacer
para mi próxima visita a Japón.
Si en las ocasiones que he ido no he podido visitar el monte Fuji,
es porque el destino así lo quiere y significa que tengo que volver más veces.
Además me aconsejo la época en la que debía ir y un par de sitios a los que
debería ir y que ella se ofreció a hacerme de guía. Con la experiencia de este
año sin duda serán sitios que merezcan mucho la pena, así que ya estoy contando
los días que quedan para la próxima visita a Japón.
Japón que gran país!!!
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