Tarde pero seguro.
Esta vez voy un poco tarde en mi
recordatorio del GP Japón 2014 de F1, pero el cansancio acumulado por los días
previos al GP en el que estuve de vacaciones por Tokyo y Kyoto, el propio gran
premio y sus acontecimientos y el viaje hasta la siguiente carrera consecutiva
en Rusia han hecho que al estar al final de la temporada todas nuestras fuerzas
estén un poco justas.
Mi viaje a Japón comenzó unos
días antes de lo normal, ya que tuve la oportunidad de volver a viajar al
maravilloso Japón para poder visitar zonas que en anteriores ocasiones no había
podido ver.
Parte del equipo de MoviStar
viajamos con antelación a Tokyo. Fue llegar de Singapore, estar exactamente un
par de días en casa, con el tiempo justo de lavar la ropa porque en mi caso el
anterior GP terminó con una carrera monumental por el aeropuerto de Madrid y
con la necesidad de tomar una decisión; coger mi vuelo a Bilbao o coger mi
maleta proveniente de Singapore. Así que me mi decisión fue la de coger el
vuelo y que mis compañeros se encargasen de recoger mi equipaje y mandármelo al
día siguiente a casa, con lo cual tuve menos de 24horas para lavar la ropa y
volverla a meter en la maleta para salir al siguiente destino.
Los integrantes de la expedición
llegamos el sábado por la tarde a Tokyo, allí los dos grupos en los que
estábamos divididos nos encontrábamos e íbamos juntos al hotel que teniamos en
Shinjuku, un barrio animado de la capital nipona.
De los viajeros yo era el único
que ya había estado previamente, para el resto era descubrir todo nuevo y como
me ocurrió a mí la primera vez alucinaron.
Japón es un país curioso,
peculiar, muy interesante. Bien es sabido que yo estoy enamorado de su cultura
y sus gentes así que volver allí me apetecía muchísimo.
El primer día en Tokyo fuimos por
la mañana todos juntos a hacer uno de los recorridos clásicos del domingo.
Visita al parque Yoyogi bien tempranito y después a visitar el imprescindible
Harajuku, donde puedes encontrar la mayor cantidad de gente extraña por metro
cuadrado. Aunque lo cierto es que este año no había demasiado porque como supe
después todos estaban en Odaiba en un festival que debía de celebrarse.
Ya por la tarde hubo división y
cada uno fue en busca de lo que más le apetecía ver. Desde el famosísimo cruce
de Shibuya nos dividimos hasta la hora de la cena.
En mi casó fui al parque Ueno en
busca de un monje sintoista que hacía caligrafias Kenji japonesas y que en 2010
me ocurrió una de las historias mas raras que me han sucedido.
Este año iba con la intención de
pedir unas litografías de recuerdo. Y allí estaba el mismo monje que la vez
anterior. Cuando le enseñe la foto que tenía de entonces alucinó al ver que
años después había vuelto y que quería alguna copia de su arte. Como en la vez
anterior fue muy amable y me hizo las litografías que iba buscando.
De allí me fui a dar un paseo por
el parque y al hotel donde habíamos quedado para cenar todos juntos. Finalmente
también hubo desbandada y un reducido grupo fuimos a cenar a una callejuela
típica japonesa donde probamos entre otras cosas el sashimi de ballena y de
caballo que estaban riquísimos.
Ya el lunes emprendí mi aventura
de este año en Japón. En otra ocasión me había quedado con ganas de viajar a
Kyoto, un sitio que absolutamente todo el mundo recomienda visitar para conocer
el Japón tradicional. Esta vez no me quería quedar con las ganas de verlo así
que mientras el resto de la gente se quedaba en Tokyo yo me fui a conocer
Kyoto.
En el trayecto en el Nozomi, el
tren bala más rápido que existe en Japón, conseguí ver el monte Fuji. Un
destino al que también quería ir pero que me habían dicho que en esta época del
año era difícil ver, pero que casualmente este año estaba despejado y en el
fugaz paso en tren conseguí apreciar la armonía que desprende ese lugar.
Una vez llegado a Kyoto ya tenía
pensada mi ruta para los dos días que iba a estar en la ciudad, pero las
circunstancias me llevaron a que al final no siguiese mi plan inicial y el
destino me fuese llevando de lugar a lugar.
Comencé por el templo de plata,
que como primera toma de contacto está bien. De ahí tenía pensado volver al
centro de la ciudad y visitar algún otro templo y meterme en Pontocho el área
donde es más probable ver a las famosas Geiko.
Pero estando en el templo de
plata encontré que había un autobús que te llevaba directamente al templo de
oro en otro área exterior de la ciudad así que cambié mi itinerario y me fui a
visitarlo y de allí a bosque de bambú. Así que opté por hacerme ese día los
exteriores de la ciudad y dejar para el día siguiente la zona centro.
De vuelta al hotel hice el check
in y después de descansar veinte minutos me fui a Pontocho a cenar y en
búsqueda de las geikos que allí se supone que hay. Allí estuve un buen rato en
plan paparazzi pero no conseguí ver ninguna. Intuí una dentro de un restaurante
pero enseguida desapareció así que me volví al hotel con las ganas de verlas
aunque sabía que era muy difícil.
La mañana siguiente me fui a
Fushimi Inari, la famosa zona de Toris que se dio a conocer por la película
“Memorias de una Geisha” y allí estuve un rato sacando fotos.
Sin mucho tiempo que perder
(tenía muchas cosas por ver y muy poco tiempo para ello) comencé mi ruta por el
interior de la ciudad y fui de templo en templo y de palacio en palacio.
Llegada la hora de comer tenía
previsto visitar un restaurante de ramen que me habían recomendado, pero se me
había hecho tarde así que opté por el plan B, que no era otro que buscar un
sitio donde hubiese una especialidad gastronómica de Kyoto, el Okonomiyaki. Es
una especie de tortilla rellena de varios ingredientes, con un huevo en su
interior (si, una tortilla rellena de un huevo) y recubierta por una especie de
escamas de pescado seco que le dan un sabor muy característico y que a mi
personalmente me gusto mucho.
Ya habíamos probado la noche de
Tokyo un Okonomiyaki, pero ya nos habían advertido que los de Tokyo y los de
Kyoto no tenían absolutamente nada que ver unos con otros. Y así es. El clásico
es el de Kyoto y aunque los dos estaban muy buenos, ciertamente me quedo con el
de Kyoto.
Fue una breve parada técnica y a
continuar.
Quedaba hacer el último sprint
que resultó ser más gratificante de lo esperado. Había que subir hasta
Kiyomi-zudera, paseando entre sus empinadas callejuelas adoquinadas y parando
previamente en Ryozen Kannon, donde hay uno de los budas más altos esculpidos
en piedra de Japón.
Toda la ruta iba según lo
previsto, el tiempo climatológico estaba empezando a cambiar pero aún no
amenazaba lluvia, pero el tiempo de reloj se me empezaba a agotar porque tenía que
coger un tren bala que me llevase hasta Nagoya, donde desde esa noche estaba
citado con el resto del equipo de trabajo.
Así que comencé a bajar hacia la
estación de Kyoto cuando de repente aparecieron dos geikos que merodeaban por
allí. Me dio tiempo justo para sacar la cámara y hacer un “robado”, pero bueno
al menos había conseguido ver una cosa que ya sabía que era muy complicado. Así
que continué mi camino y cuando estaba cerca de la parada de autobús que me
llevaría a la estación de tren, la suerte se alió conmigo y encontré en una
callejuela un grupo de geikos que sorprendentemente se dejaron fotografiar, ya
que solo estábamos tres personas en esa callejuela y más sorprendente fue
cuando les pedí hacerme una foto y accedieron. Así que con la satisfacción de
haber conseguido una foto complicada me encaminé al tren bala con destino
Nagoya.
Una vez allí me encontré con una
parte del equipo que acababa de llegar. Con el resto quedaríamos por la mañana
para acercarnos al circuito de Suzuka. Después de unos días de ocio tocaba
comenzar a trabajar.
Y además ya se empezaba a
presumir que iba a ser una semana complicada ya que había una seria amenaza de
tifon que se preveía nos atacase durante el fin de semana y que nos iba a hacer
muy complicada nuestra labor.
Pero antes de eso en el circuito
todo estaba perfectamente preparado para la carrera. Se puede decir que es uno
de los circuitos más fáciles de trabajar porque no se deja nada a la
improvisación. Está todo meticulosamente preparado. Los japoneses son tan
eficientes que es muy difícil pillarles en un renuncio aunque también es verdad
que cuando tienen que improvisar no saben y entonces se forma un pequeño caos
que finalmente son capaces de resolver.
Está todo tan organizado como por
ejemplo este área de descanso para los espectadores. Se ve como están
perfectamente alineados y no se salen un metro del espacio acotado. Son
increíbles.
En unas cuantas ocasiones me tocó
acompañar al piloto del equipo Carterham Roberto Merhi desde el paddok hasta la
cabina de comentaristas y la locura que se desataba era digna de mención y de
alguna que otra fotografía que el propio Merhi me pedía que le hiciese porque
no daba crédito. No quiero ni pensar que sucedería si el que se pasea es
Alonso, Vettel, Hamilton o alguno de esos.
En cuanto al tifon ya el jueves
se empezaba a comentar en el paddok que nos iba a azotar de lleno y cabía lo
posibilidad de tener que adelantar horarios e incluso que la carrera se
celebrase el sabado en vez de el domingo. Todos seguíamos los partes metereológicos
al detalle y veiamos como se acercaba a nosotros con previsiones de vientos de
hasta 350 km/h. Finalmente no fue para tanto e incluso pudimos observar alguna
puesta de sol tan esplendida como esta que fotografió mi compañera María
Serrat.
Pero esto era la calma que
precedía la tormenta. No solo climatológica, que se nos vino el domingo con
lluvia constante y en momentos fuertes ráfagas de viento que hizo que la
carrera tuviese que comenzar y dar las primeras vueltas detrás del Safety car.
Lo peor estaba aún por llegar y
sucedió a falta de pocas vueltas para terminar la carrera. Accidente de Jules
Bianchi que nadie ha visto pero que por la actitud de los Marshalls que había
en la zona parecía grave. Tienes que salir el coche médico y a falta de cinco
vueltas se da la carrera por concluida.
No hay imágenes del accidente
pero la tensión se empieza a palpar en el paddok, carreras poco habituales,
caras de susto, miradas desencajadas, comentarios entre los propios pilotos
fuera de lo cotidiano. Algo estaba sucediendo pero no había noticias oficiales.
Había habido un accidente pero no sabíamos más.
Yo estaba en la sala de prensa
recogiendo resultados cuando de repente veo que el jefe de prensa de FIA sale
muy apresuradamente de su oficina y al bajar veo que en la puerta están
agolpados un montón de periodistas que se interesan por el accidente y que
además al estar el centro médico en la misma zona intentan conseguir
información. De repente el helicóptero médico se pone en marcha y empiezan a
circular noticias de la gravedad del accidente, pero nadie quiere decir nada.
Finalmente nos enteramos que Jules tiene que ser evacuado por carretera a un
hospital cercano, pero aún no sabemos que es exactamente lo que ha sucedido.
Todos tememos que sea más grave de lo esperado.
Finalmente las malas noticias se
confirman y Jules es evacuado a un hospital en estado inconsciente y más tarde
es sometido a una intervención quirúrgica.
De nuestro equipo dos personas se
desplazan al hospital en búsqueda de noticias pero lo único que nos pueden
transmitir es el tono serio que se vive en el hospital y que además todos los
pilotos se han acercado al mismo para solidarizarse con el piloto de Marussia.
Después de mucho tiempo allí
nuestros compañeros vuelven sin noticias clarificadoras y se nos remite a un
comunicado del equipo cuando haya noticias.
Ya pasado el tiempo hay que decir
que el accidente fue gravísimo. Un par de días después aparecieron en Internet
imágenes del accidente captadas por un video aficionado y el accidente es
durísimo, de lo más grave que he visto yo. A día de hoy solo puedo decir que
espero que Jules Bianchi consiga recuperarse de este gravísimo accidente. Para
ello va a necesitar mucha ayuda. La solidaridad de todos sus compañeros y de
todos los miembros del paddok ya la tiene así que solo podemos desearle la
mayor de las suertes.
Este accidente también hizo que
nuestro programa se alargase un poco más de lo normal y que el plan de salida
que teníamos de Suzuka se viese alterado. En mi caso me tocó quedarme otra
noche más en Nagoya con el equipo que se había desplazado al hospital, mientras
que el resto de integrantes se dirigieron a Tokyo desde donde cogeriamos el
avión que nos iba a llevar a Rusia, más concretamente a Sochi.
Esa noche en Nagoya fue cuando el
tifón azotó con más fuerza. Dijeron que era de grado cuatro sobre cuatro, pero
lo cierto es que yo estaba tan agotado que no me enteré de nada, a pesar de las
advertencias del personal del hotel y de toda la parafernalia que se montó. Yo
estaba tan agotado de todo el stress de la jornada que caí rendido.
Fue al despertar por la mañana
siguiente cuando supe que si nos había afectado a nuestra ciudad y que
indirectamente me estaba afectando en ese momento ya que las líneas del
shinkasen se encontraban cerradas y no se sabía cuando se podían abrir. Así que
allí estábamos Alberto, Laura y yo. A la búsqueda de un tren que nos llevase a
Tokyo porque al día siguiente martes teníamos que volar a Rusia.
Finalmente el retraso duró hasta
la una y media del mediodía, cuando pudimos coger un tren bala que nos llevo a
la capital aunque por las inclemencias metereológicas tardo casi una hora más
de lo previsto y además en vez de ir sentados cómodamente en nuestro asiento
íbamos hacinados, pero lo importante era llegar a Tokyo, juntarnos con el resto
del equipo y al día siguiente coger el vuelo que teníamos previsto.
Llegamos a media tarde y algunos aprovecharon para dormir,
otros para ir a visitar alguna zona de la ciudad y en mi caso buscar una
lavandería donde poder limpiar la ropa para tenerla lista la siguiente carrera.
La verdad es que no me costó
demasiado encontrar una y además gracias a la amabilidad nipona me dejaron en
la misma puerta de la lavandería donde pude hacer la colada, volver al hotel y
cenar algo con otro grupo de compañeros que había llegado el día anterior.
A partir de ahí todo siguió como
estaba previsto. Conseguimos coger el vuelo, que parecía más bien un charter de
la F1, porque el 90% de la gente éramos de la familia de la fórmula. Aunque también
había espacio para la anécdota característica que nos pasa siempre. En nuestro
vuelo iba una persona esposada y rodeada por cuatro policías. Seguro que algo
bueno precisamente no había hecho. La verdad es que yo una vez dentro del avión
no lo volví a ver y el vuelo fue ciertamente agradable. Lo que suceda en Sochi
será digno de mención en otra entrada de este diario personal.
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