viernes, 10 de octubre de 2014

GP JAPON - 03-05 Octubre 2014


Tarde pero seguro.
Esta vez voy un poco tarde en mi recordatorio del GP Japón 2014 de F1, pero el cansancio acumulado por los días previos al GP en el que estuve de vacaciones por Tokyo y Kyoto, el propio gran premio y sus acontecimientos y el viaje hasta la siguiente carrera consecutiva en Rusia han hecho que al estar al final de la temporada todas nuestras fuerzas estén un poco justas.
Mi viaje a Japón comenzó unos días antes de lo normal, ya que tuve la oportunidad de volver a viajar al maravilloso Japón para poder visitar zonas que en anteriores ocasiones no había podido ver.
Parte del equipo de MoviStar viajamos con antelación a Tokyo. Fue llegar de Singapore, estar exactamente un par de días en casa, con el tiempo justo de lavar la ropa porque en mi caso el anterior GP terminó con una carrera monumental por el aeropuerto de Madrid y con la necesidad de tomar una decisión; coger mi vuelo a Bilbao o coger mi maleta proveniente de Singapore. Así que me mi decisión fue la de coger el vuelo y que mis compañeros se encargasen de recoger mi equipaje y mandármelo al día siguiente a casa, con lo cual tuve menos de 24horas para lavar la ropa y volverla a meter en la maleta para salir al siguiente destino.
Los integrantes de la expedición llegamos el sábado por la tarde a Tokyo, allí los dos grupos en los que estábamos divididos nos encontrábamos e íbamos juntos al hotel que teniamos en Shinjuku, un barrio animado de la capital nipona.
De los viajeros yo era el único que ya había estado previamente, para el resto era descubrir todo nuevo y como me ocurrió a mí la primera vez alucinaron.
Japón es un país curioso, peculiar, muy interesante. Bien es sabido que yo estoy enamorado de su cultura y sus gentes así que volver allí me apetecía muchísimo.
El primer día en Tokyo fuimos por la mañana todos juntos a hacer uno de los recorridos clásicos del domingo. Visita al parque Yoyogi bien tempranito y después a visitar el imprescindible Harajuku, donde puedes encontrar la mayor cantidad de gente extraña por metro cuadrado. Aunque lo cierto es que este año no había demasiado porque como supe después todos estaban en Odaiba en un festival que debía de celebrarse.
Ya por la tarde hubo división y cada uno fue en busca de lo que más le apetecía ver. Desde el famosísimo cruce de Shibuya nos dividimos hasta la hora de la cena. 
 En mi casó fui al parque Ueno en busca de un monje sintoista que hacía caligrafias Kenji japonesas y que en 2010 me ocurrió una de las historias mas raras que me han sucedido.
Este año iba con la intención de pedir unas litografías de recuerdo. Y allí estaba el mismo monje que la vez anterior. Cuando le enseñe la foto que tenía de entonces alucinó al ver que años después había vuelto y que quería alguna copia de su arte. Como en la vez anterior fue muy amable y me hizo las litografías que iba buscando.
De allí me fui a dar un paseo por el parque y al hotel donde habíamos quedado para cenar todos juntos. Finalmente también hubo desbandada y un reducido grupo fuimos a cenar a una callejuela típica japonesa donde probamos entre otras cosas el sashimi de ballena y de caballo que estaban riquísimos.
Ya el lunes emprendí mi aventura de este año en Japón. En otra ocasión me había quedado con ganas de viajar a Kyoto, un sitio que absolutamente todo el mundo recomienda visitar para conocer el Japón tradicional. Esta vez no me quería quedar con las ganas de verlo así que mientras el resto de la gente se quedaba en Tokyo yo me fui a conocer Kyoto.
En el trayecto en el Nozomi, el tren bala más rápido que existe en Japón, conseguí ver el monte Fuji. Un destino al que también quería ir pero que me habían dicho que en esta época del año era difícil ver, pero que casualmente este año estaba despejado y en el fugaz paso en tren conseguí apreciar la armonía que desprende ese lugar.
Una vez llegado a Kyoto ya tenía pensada mi ruta para los dos días que iba a estar en la ciudad, pero las circunstancias me llevaron a que al final no siguiese mi plan inicial y el destino me fuese llevando de lugar a lugar.
Comencé por el templo de plata, que como primera toma de contacto está bien. De ahí tenía pensado volver al centro de la ciudad y visitar algún otro templo y meterme en Pontocho el área donde es más probable ver a las famosas Geiko.
Pero estando en el templo de plata encontré que había un autobús que te llevaba directamente al templo de oro en otro área exterior de la ciudad así que cambié mi itinerario y me fui a visitarlo y de allí a bosque de bambú. Así que opté por hacerme ese día los exteriores de la ciudad y dejar para el día siguiente la zona centro.
De vuelta al hotel hice el check in y después de descansar veinte minutos me fui a Pontocho a cenar y en búsqueda de las geikos que allí se supone que hay. Allí estuve un buen rato en plan paparazzi pero no conseguí ver ninguna. Intuí una dentro de un restaurante pero enseguida desapareció así que me volví al hotel con las ganas de verlas aunque sabía que era muy difícil.
La mañana siguiente me fui a Fushimi Inari, la famosa zona de Toris que se dio a conocer por la película “Memorias de una Geisha” y allí estuve un rato sacando fotos.

Sin mucho tiempo que perder (tenía muchas cosas por ver y muy poco tiempo para ello) comencé mi ruta por el interior de la ciudad y fui de templo en templo y de palacio en palacio.
 Llegada la hora de comer tenía previsto visitar un restaurante de ramen que me habían recomendado, pero se me había hecho tarde así que opté por el plan B, que no era otro que buscar un sitio donde hubiese una especialidad gastronómica de Kyoto, el Okonomiyaki. Es una especie de tortilla rellena de varios ingredientes, con un huevo en su interior (si, una tortilla rellena de un huevo) y recubierta por una especie de escamas de pescado seco que le dan un sabor muy característico y que a mi personalmente me gusto mucho. 
 Ya habíamos probado la noche de Tokyo un Okonomiyaki, pero ya nos habían advertido que los de Tokyo y los de Kyoto no tenían absolutamente nada que ver unos con otros. Y así es. El clásico es el de Kyoto y aunque los dos estaban muy buenos, ciertamente me quedo con el de Kyoto.
Fue una breve parada técnica y a continuar.
Quedaba hacer el último sprint que resultó ser más gratificante de lo esperado. Había que subir hasta Kiyomi-zudera, paseando entre sus empinadas callejuelas adoquinadas y parando previamente en Ryozen Kannon, donde hay uno de los budas más altos esculpidos en piedra de Japón.
 Toda la ruta iba según lo previsto, el tiempo climatológico estaba empezando a cambiar pero aún no amenazaba lluvia, pero el tiempo de reloj se me empezaba a agotar porque tenía que coger un tren bala que me llevase hasta Nagoya, donde desde esa noche estaba citado con el resto del equipo de trabajo.
Así que comencé a bajar hacia la estación de Kyoto cuando de repente aparecieron dos geikos que merodeaban por allí. Me dio tiempo justo para sacar la cámara y hacer un “robado”, pero bueno al menos había conseguido ver una cosa que ya sabía que era muy complicado. Así que continué mi camino y cuando estaba cerca de la parada de autobús que me llevaría a la estación de tren, la suerte se alió conmigo y encontré en una callejuela un grupo de geikos que sorprendentemente se dejaron fotografiar, ya que solo estábamos tres personas en esa callejuela y más sorprendente fue cuando les pedí hacerme una foto y accedieron. Así que con la satisfacción de haber conseguido una foto complicada me encaminé al tren bala con destino Nagoya.
Una vez allí me encontré con una parte del equipo que acababa de llegar. Con el resto quedaríamos por la mañana para acercarnos al circuito de Suzuka. Después de unos días de ocio tocaba comenzar a trabajar.
Y además ya se empezaba a presumir que iba a ser una semana complicada ya que había una seria amenaza de tifon que se preveía nos atacase durante el fin de semana y que nos iba a hacer muy complicada nuestra labor. 
Pero antes de eso en el circuito todo estaba perfectamente preparado para la carrera. Se puede decir que es uno de los circuitos más fáciles de trabajar porque no se deja nada a la improvisación. Está todo meticulosamente preparado. Los japoneses son tan eficientes que es muy difícil pillarles en un renuncio aunque también es verdad que cuando tienen que improvisar no saben y entonces se forma un pequeño caos que finalmente son capaces de resolver.
 Está todo tan organizado como por ejemplo este área de descanso para los espectadores. Se ve como están perfectamente alineados y no se salen un metro del espacio acotado. Son increíbles.
 
En unas cuantas ocasiones me tocó acompañar al piloto del equipo Carterham Roberto Merhi desde el paddok hasta la cabina de comentaristas y la locura que se desataba era digna de mención y de alguna que otra fotografía que el propio Merhi me pedía que le hiciese porque no daba crédito. No quiero ni pensar que sucedería si el que se pasea es Alonso, Vettel, Hamilton o alguno de esos.
En cuanto al tifon ya el jueves se empezaba a comentar en el paddok que nos iba a azotar de lleno y cabía lo posibilidad de tener que adelantar horarios e incluso que la carrera se celebrase el sabado en vez de el domingo. Todos seguíamos los partes metereológicos al detalle y veiamos como se acercaba a nosotros con previsiones de vientos de hasta 350 km/h. Finalmente no fue para tanto e incluso pudimos observar alguna puesta de sol tan esplendida como esta que fotografió mi compañera María Serrat.
 Pero esto era la calma que precedía la tormenta. No solo climatológica, que se nos vino el domingo con lluvia constante y en momentos fuertes ráfagas de viento que hizo que la carrera tuviese que comenzar y dar las primeras vueltas detrás del Safety car.
Lo peor estaba aún por llegar y sucedió a falta de pocas vueltas para terminar la carrera. Accidente de Jules Bianchi que nadie ha visto pero que por la actitud de los Marshalls que había en la zona parecía grave. Tienes que salir el coche médico y a falta de cinco vueltas se da la carrera por concluida.
No hay imágenes del accidente pero la tensión se empieza a palpar en el paddok, carreras poco habituales, caras de susto, miradas desencajadas, comentarios entre los propios pilotos fuera de lo cotidiano. Algo estaba sucediendo pero no había noticias oficiales. Había habido un accidente pero no sabíamos más.
Yo estaba en la sala de prensa recogiendo resultados cuando de repente veo que el jefe de prensa de FIA sale muy apresuradamente de su oficina y al bajar veo que en la puerta están agolpados un montón de periodistas que se interesan por el accidente y que además al estar el centro médico en la misma zona intentan conseguir información. De repente el helicóptero médico se pone en marcha y empiezan a circular noticias de la gravedad del accidente, pero nadie quiere decir nada. Finalmente nos enteramos que Jules tiene que ser evacuado por carretera a un hospital cercano, pero aún no sabemos que es exactamente lo que ha sucedido. Todos tememos que sea más grave de lo esperado.
Finalmente las malas noticias se confirman y Jules es evacuado a un hospital en estado inconsciente y más tarde es sometido a una intervención quirúrgica.
De nuestro equipo dos personas se desplazan al hospital en búsqueda de noticias pero lo único que nos pueden transmitir es el tono serio que se vive en el hospital y que además todos los pilotos se han acercado al mismo para solidarizarse con el piloto de Marussia.
Después de mucho tiempo allí nuestros compañeros vuelven sin noticias clarificadoras y se nos remite a un comunicado del equipo cuando haya noticias.
Ya pasado el tiempo hay que decir que el accidente fue gravísimo. Un par de días después aparecieron en Internet imágenes del accidente captadas por un video aficionado y el accidente es durísimo, de lo más grave que he visto yo. A día de hoy solo puedo decir que espero que Jules Bianchi consiga recuperarse de este gravísimo accidente. Para ello va a necesitar mucha ayuda. La solidaridad de todos sus compañeros y de todos los miembros del paddok ya la tiene así que solo podemos desearle la mayor de las suertes.

Este accidente también hizo que nuestro programa se alargase un poco más de lo normal y que el plan de salida que teníamos de Suzuka se viese alterado. En mi caso me tocó quedarme otra noche más en Nagoya con el equipo que se había desplazado al hospital, mientras que el resto de integrantes se dirigieron a Tokyo desde donde cogeriamos el avión que nos iba a llevar a Rusia, más concretamente a Sochi.
Esa noche en Nagoya fue cuando el tifón azotó con más fuerza. Dijeron que era de grado cuatro sobre cuatro, pero lo cierto es que yo estaba tan agotado que no me enteré de nada, a pesar de las advertencias del personal del hotel y de toda la parafernalia que se montó. Yo estaba tan agotado de todo el stress de la jornada que caí rendido.
Fue al despertar por la mañana siguiente cuando supe que si nos había afectado a nuestra ciudad y que indirectamente me estaba afectando en ese momento ya que las líneas del shinkasen se encontraban cerradas y no se sabía cuando se podían abrir. Así que allí estábamos Alberto, Laura y yo. A la búsqueda de un tren que nos llevase a Tokyo porque al día siguiente martes teníamos que volar a Rusia.
Finalmente el retraso duró hasta la una y media del mediodía, cuando pudimos coger un tren bala que nos llevo a la capital aunque por las inclemencias metereológicas tardo casi una hora más de lo previsto y además en vez de ir sentados cómodamente en nuestro asiento íbamos hacinados, pero lo importante era llegar a Tokyo, juntarnos con el resto del equipo y al día siguiente coger el vuelo que teníamos previsto.
Llegamos a media tarde  y algunos aprovecharon para dormir, otros para ir a visitar alguna zona de la ciudad y en mi caso buscar una lavandería donde poder limpiar la ropa para tenerla lista la siguiente carrera.
 La verdad es que no me costó demasiado encontrar una y además gracias a la amabilidad nipona me dejaron en la misma puerta de la lavandería donde pude hacer la colada, volver al hotel y cenar algo con otro grupo de compañeros que había llegado el día anterior.
A partir de ahí todo siguió como estaba previsto. Conseguimos coger el vuelo, que parecía más bien un charter de la F1, porque el 90% de la gente éramos de la familia de la fórmula. Aunque también había espacio para la anécdota característica que nos pasa siempre. En nuestro vuelo iba una persona esposada y rodeada por cuatro policías. Seguro que algo bueno precisamente no había hecho. La verdad es que yo una vez dentro del avión no lo volví a ver y el vuelo fue ciertamente agradable. Lo que suceda en Sochi será digno de mención en otra entrada de este diario personal.

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